El cine de terror apuesta nuevamente por
las posesiones, pero esta vez a cargo de objetos malditos. Los espejos son
considerados, por los expertos en temática paranormal, como una puerta hacia el
otro lado.
Mike Flanagan ha querido hacer
protagonista a este objeto en la gran pantalla, concretamente en el film Oculus.
De la época victoriana, cuyo marco se talló a partir de un único trozo de cedro
negro y por mucho que pueda sorprender, debido a la cantidad de años que tiene,
el cristal del espejo se encuentra en perfectas condiciones. Desde el principio
te dejan claro el desconocimiento de sus orígenes, un “vacío tramático” que puede
usarse como excusa para una secuela. Lo único que se sabe es que toda persona
que ha tenido contacto con él, a acabado muerta y no precisamente de una forma
rápida e indolora.
Situándonos un poco en antecedentes,
esta película cuenta la historia de dos hermanos, Kaylie (Karen Gillan) y Tim (Brenton
Thwaites) que quedaron huérfanos cuando tenían doce y diez años. La
historia oficial sobre el crimen identificaba a su padre como el asesino. Once
años después, Tim se ha recuperado y esta listo para dejar el psiquiátrico
donde ha estado recibiendo tratamiento. Pero su hermana, que trabaja en una
casa de subastas, le tiene preparada una sorpresa mejor: ha encontrado el
espejo maldito que provocó el asesinato de sus padres y va a trasladarlo a casa
con el fin de destruirlo juntos. De esta forma, además, pretende dejar
constancia de los poderes paranormales del objeto, demostrando la inocencia de
su padre y de su hermano.
Lo interesante de la película no empieza
hasta el minuto 51, mientras tanto, en una narración de dos períodos de tiempo
diferentes (once años atrás y el presente) va poniendo al espectador en
antecedentes. Hasta que empieza la acción, contados quedan dos “sustos” de los
cuales uno resulta extremadamente raro. A partir de ahí, tras desarrollarse
media película, es cuando se dan cuenta de que tienen una hora para sacar la
artillería pesada. Lo gracioso es que juegan a confundir al espectador ¿cómo? Tan
fácil como tratar de provocarle la misma sensación que están sintiendo los
protagonistas. Con forme el espejo va ganando fuerza y aumentando su área de
acción, los hermanos empiezan a tener visiones, mezclándose el presente con el
pesado e incluso llegando hasta el punto de verse así mismos en el momento
actual. Tengo que reconocer que por esa parte consiguen lo que quieren pero,
hace que te pierdas en la trama. No sabes lo que es verdad y lo que es mentira.
Por otro lado, algo que resulta curioso, es que al principio tratan el tema
dándole dos enfoques: encontramos la explicación paranormal defendida hasta el
final por Kayle y la científica, que se basa en la fusión de recuerdos
infantiles para crear una realidad distinta, esta teoría esta defendida por
Tim. Hasta el momento era algo que solía limitarse, por regla general, a
películas sobre exorcismos y si no, el mejor ejemplo lo tenéis con El exorcismo de Emily Rose.
Llama la atención lo frívolamente que
Kayle acondiciona la casa para conseguir pruebas fehacientes de la actividad
paranormal que desarrolla el espejo. Qué pasa, lo de siempre, que más temprano
que tarde los protagonistas pierden el control sobre si mismos a causa del
miedo y la angustia. Lo que da como resultado que el plan infalible se vaya al
traste.
Es bastante buena en comparación con lo
que se esta estrenando últimamente, lo malo es que creaba otras expectativas,
por lo menos en mí. Siendo fieles a los antecedentes “malignos” (buena palabra)
de los espejos como portales al mundo de los muertos, esperaba ver como salían
de él, pero literalmente, un tropel de espíritus enfurecidos. Ante esto último
debo dar otro inciso, ¿Por qué cuando la trama es bastante buena los fantasmas
dan pena? Es una cuestión que estoy por pedir a los de Cuarto milenio que investiguen.
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